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Todo el mundo quiere ser más incluido, pocos quieren incluir

Acá entre ustedes queridos lectores, lectoras y yo; convengamos que promover un espacio laboral inclusivo, parece ser una tarea imposible. Si todas las personas son únicas y diferentes, entonces, ¿cómo podríamos crear un espacio laboral que realmente haga sentir a esa enorme masa de personas diversas, que se las escucha, se las respeta, se las valora y, en última instancia, que tienen igual acceso a oportunidades? Ya de solo pensarlo me agoto un poco. Dan ganas de tirar la toalla antes siquiera de comenzar. “Tratar a las personas como a ellas les gustaría ser tratadas”, como nos indica la famosa regla platino, parece hasta contradictorio cuando tenemos que trabajar en comunidad.

Solo piensa en los desafíos que podría enfrentar un líder de un equipo que aspire a ser incluyente:

  • Una persona quería un día más de home office al igual que otra, a quien se lo habían dado porque se ocupaba del cuidado de su hijo. “Yo vivo a 1,5 horas del trabajo y esa persona a solo 2 cuadras”, justificaba.
  • Un varón exigía poder venir a trabajar en bermudas o shorts en los días de calor. “En definitiva, las mujeres llegan con faldas. ¿Por qué no puedo yo venir cómodo también?”
  • Un papá, con la custodia plena de su hijo, protestaba porque el beneficio de la guardería era exclusivo para mujeres.
  • Una mujer que hacía un par de años que trabajaba en la organización se quejaba de que un joven recién ingresado tenía 3 semanas de vacaciones. “Yo solo tengo dos y cuando pedí una semana extra al ingresar, me las negaron”.
  • El colega que se ubicaba en otra zona horaria se quejaba de que siempre tenía que conectarse de madrugada para poder asistir a las reuniones del equipo.
  • Una persona celíaca criticaba el desayuno ofrecido durante un taller: “Las opciones que me ofrecen son un chiste comparadas con las que tiene el resto”.

Estoy casi seguro que pueden pensar en otros ejemplos del mismo calibre para sumar a esta lista de personas inconformes con las desigualdades en el trato cotidiano. Si eres una persona en posición de liderazgo, me imagino que es muy tentador solucionar este caos con una regla máxima que aplique a todas las personas por igual: si no te gusta, pues lo siento. O te asimilas, o ya tú verás. Y si no la defines tú, lo ideal sería que la misma organización defina una política rígida, que tome al profesional más normalizado de la sociedad (o mejor al profesional “idealizado”), como modelo para definir las pautas de convivencia… ¿no? Ya supongo que te puedes imaginar a dónde estoy yendo, o en todo caso, de dónde venimos. Porque un trato igualitario, sin contemplar desigualdades estructurales, solo va a resultar en más injusticias.

Te propongo tres puntos esenciales para contemplar a la hora de promover un espacio laboral más inclusivo que te permitan transitar este camino sin perder la cordura (y reduciendo la frustración), ni sentir que estás promoviendo la anarquía total:

  1. Apaláncate en los motivos que te llevan a querer incluir.

Primero un baño de realidad: incluir a la diversidad es más difícil. Implica justamente eso; conocer a las personas y generar la suficiente seguridad psicológica para que puedan ser sí mismas. Esto no lo hacemos para complicarnos la vida, está claro, sino que nos mueve la seguridad de que es lo correcto, lo necesario y lo inteligente que tenemos que hacer. Si aun tienes dudas del porqué y no has encontrado tu motivación personal, entonces te sugiero que explores un poco más cuáles son los potenciales beneficios a nivel personal, empresarial y social, de fomentar espacios laborales más diversos, equitativos e inclusivos. Al mismo tiempo, no vamos a romantizar a la diversidad y pensar que va a ser un camino sencillo, libre de apremios. Aprender y cambiar es incómodo y cuesta. Pero vale la pena.

  1. Unas pautas comunes de convivencia mínima son necesarias.

Que las personas puedan ser sí mismas no implica que estamos fomentando un individualismo a ultranza. La inclusión implica consciencia de la otredad presente entre mis colegas, escapando de la tentación de imponer nuestros intereses por sobre los de otra persona. Al ingresar a un espacio comunitario, al formar parte de un equipo, adoptamos también una nueva identidad que nos exige encontrar puntos de acuerdo y convivencia mínimos. Sin caer en rigideces, podemos mínimamente acordar horarios de trabajo, días de reuniones, pautas de vestimenta, medidas de seguridad indispensables, una jerarquía básica, etc. Utilizar el casco en determinados sectores de una planta tiene prioridad por encima de aspectos identitarios respecto al pelo, por ejemplo. Una higiene personal aceptable, debe primar por sobre hábitos individuales de limpieza. Definir dónde ubicar la línea entre una norma rígida que solo favorezca a un tipo de perfil identitario, y adaptar absolutamente todo en base a los intereses personales de cada individuo, es el rol de un buen líder incluyente.

  1. Decisiones colectivas

Las personas que trabajan en una organización no deben permanecer ajenas al impacto que tienen ciertas decisiones en la equidad e inclusión del equipo. ¿Quién tiene más derecho a tener un día extra de home office?

  • Una mujer que está regresando de una licencia por maternidad
  • Una persona que se fracturó el pie y está en rehabilitación
  • Una persona que vive muy lejos de las oficinas
  • Una persona que le gusta más trabajar desde su casa porque siente que es más productivo
  • Una persona cuyo hijo/a está enfermo/a
  • Etc…

A veces, la comunicación y socialización de las decisiones, ayudan a empatizar mejor con las personas que están atravesando momentos especiales. Claramente no existe una medida que nos permita comparar la importancia relativa de cada necesidad de las personas. Por eso necesitamos mucho dialogo y un gran sentido de equipo. Si todas las personas del equipo quieren ser incluidas, pero pocas están dispuestas a incluir, entonces estamos en un problema.

Por último, creo que es importante aceptar que quizás nunca lleguemos a ese escenario donde el 100% de las personas se sientan totalmente incluidas. Cada equipo, dependiendo de la naturaleza de sus miembros y el momento histórico en que se encuentre, tendrá que vivir su camino con sus propios tiempos. Al fin de cuentas, somos seres humanos, y también estamos haciendo lo que podemos para crear sentido en este mundo tan hermoso, pero tan complejo a la vez. Ahí está el desafío de crear inclusión, darle un poco más de sentido a esta convivencia diaria.

¿Y tú? ¿Cómo concilias los intereses individuales con la armonía grupal para fomentar una inclusión real?

 

Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
Linkedin: https://ar.linkedin.com/in/marcelobaudino

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