Comento una situación (real) para acercarnos una vez más, al concepto de sororidad:
Ella eligió una ginecóloga pensando “con una mujer me voy a sentir más cómoda”…
Llegó al consultorio y, tras un cordial saludo, la profesional le pidió que se saque la parte de abajo. Procedió a revisarla.
Luego, la médica le pidió que se quite la parte de arriba, se quedó observándola entre 1 y 2 micro-segundos y con cara de desaprobación, le dijo: ”Tenés que bajar de peso”…
Lo primero que pensé al escuchar la situación fue: ”Bueno, quizás tenga un sentido médico su comentario” y tras algunos segundos, me di cuenta que su observación era meramente estética puesto que no la había pesado, ni medido (aun cuando ni siquiera eso habilitaría su comentario), como así tampoco tenía ningún estudio que demuestre que su sugerencia tenía que ver con algo clínico. Tampoco habían conversado sobre su calidad de vida, ni sus hábitos alimenticios, mucho menos sobre su vida deportiva (que es bastante intensa, de hecho).
Con una sola frase, una mujer echaba por tierra todo el trabajo que otra mujer viene haciendo para mejorar su auto-percepción y amor propio, para amigarse con su reflejo y animarse a, entre otras cosas, desnudarse sin tanto pudor.
Esta situación me lleva a reflexionar una vez más acerca de la escasa o nula empatía que muchas veces tenemos, incluso entre nosotras mismas. Miles de preguntas pasan por mi cabeza ¿Por qué persisten aún esas exigencias sobre nuestros cuerpos? ¿Por qué como mujeres no podemos ponernos en el lugar de la otra y pensar dos veces antes de hablar, o actuar? ¿Por qué no detenernos a pensar que no sabemos por cuál proceso está pasando la otra, qué batallas está dando en su vida? ¿Cómo puede ser tan difícil ponerse en el lugar de la otra, de una otra que es mujer igual que yo, y seguramente esté atravesando las mismas barreras, las mismas exigencias sociales que yo?
Y si bien esto sucedió puertas adentro de un consultorio, lo mismo puede extrapolarse a cualquier otro ámbito de la vida cotidiana, en el trabajo por ejemplo: Mujeres líderes que desestiman las desigualdades por género, incluso habiéndolas vivido; mujeres que prestan más atención a los varones que a otras mujeres; mujeres que prefieren ser mentoreadas por varones en vez de por otras mujeres (lo cual en cierto punto es lógico porque así ha funcionado hasta ahora); mujeres que no prestan su apoyo a otras que han sido víctimas de acoso. Y ahí vuelvo a reflexionar, si no nos apoyamos entre nosotras ¿Quién más podría hacerlo? ¿Cómo queremos que algún día la equidad de género sea una realidad?
Pensando en esto y ya adentrándonos al ámbito laboral, creo que es necesario contemplar a dos actores: la empresa y las personas. Veamos cada uno de ellos.
La EMPRESA (por medio de sus decisores) todo el tiempo da mensajes: qué comportamientos premia, cuáles sanciona, a quién da oportunidades, a quién se promueve, a quién remunera mejor. Resulta evidente que si sólo se premia y da lugar a que crezcan personas que responden a un patrón antiguo de liderazgo, verticalista, autocrático, sin perspectiva de género, poco empático, es esperable que eso sea considerado como “lo correcto” y tienda a ser imitado por las PERSONAS que allí trabajan. Así, muchas veces nos encontramos con mujeres en puestos de liderazgo que consciente o inconscientemente, replican formas y conductas que tienden a reproducir lógicas creadas por y para varones, que tienden a continuar dejando afuera a otras mujeres.
Y aquí el meollo de la cuestión: Perseguir la equidad de género sin promover la sororidad (o peor aún, premiar de una u otra forma la falta de ella) es un callejón sin salida.
¿Pero qué es la SORORIDAD? ¿En qué sentido contribuye a la equidad de género? Si bien ‘sororidad’ es un término que se está usando bastante, lo cual es una buena señal en tanto es un término introducido desde el feminismo, creo que merece la pena ser revisado para su correcta comprensión, ya que con su mayor uso existe la posibilidad de que tienda a ser banalizado.
Lo que comparto aquí es mi reflexión en base a los acercamientos teórico-prácticos que tuve en relación a esta cuestión (incluso cuando muchas cosas las siga trabajando en mi), pero aclaro que lejos estoy de pretender ser exhaustiva o limitar la definición de la sororidad.
Siguiendo a Marcela Legarde, me gusta pensar la SORORIDAD como un pacto político entre mujeres. La sororidad como hermandad, como una alianza entre mujeres que no entiende de jerarquías y que respeta el valor y la autoridad de cada una. Entiendo la sororidad como una herramienta política para transformar las lógicas patriarcales que permean en todos los ámbitos e instituciones.
Creo que la sororidad conlleva un entendimiento de las desigualdades estructurales y una postura crítica ante ello. La sororidad a su vez, no necesariamente implica amistad: puedo ser sorora con otras mujeres cuando no sean mis amigas, o incluso cuando no las conozca.
La sororidad no es teoría, o no solo ello: La sororidad es acción, es práxis, es movimiento.
De esta manera, y en sentido bien práctico, la sororidad es:
- Saber que ser mujeres en este sistema social, nos ubica en una posición de inferioridad respecto al ser varón.
- Reconocer que las mujeres por el simple hecho de serlo, nos enfrentamos a múltiples barreras estructurales que nos afectan, independientemente de la vivencia individual.
- Sororidad implica empatía con la diversidad de mujeres, no solo con las que se parecen a mí.
- Ser sorora es estar para las otras y acompañar de la mano su proceso de aprendizaje. Por supuesto que no creo que le debamos sororidad a aquellas personas que conscientemente se benefician de un sistema que reproduce desigualdades.
Te invito a afirmar (y me lo digo a mí misma):
- Soy sorora cuando respeto a las otras.
- Soy sorora cuando reconozco los privilegios que tengo y los pongo al servicio de aquellas que no los tienen.
- Soy sorora cuando interrumpo dinámicas de competencia y/o crítica.
- Soy sorora cuando felicito a una compañera y la motivo a ir por más.
- Soy sorora cuando elijo a una mujer, antes que a un varón para hablar de equidad de género.
- Soy sorora cuando hago eco de una idea de otra mujer, citándola cada vez que puedo, en todos los sitios posibles.
- Soy sorora cuando a pesar de no ser titular, aliento a la que está dentro de la cancha.
- Soy sorora cuando comparto lo que me ha servido a mí.
- Soy sorora cuando escucho activamente a mis compañeras, cuando valido la voz de todas y cada una.
- Soy sorora cuando alzo la voz por mí y por las otras.
- Soy sorora cuando denunció una situación que vi, aunque no me haya tocado a mí.
- Soy sorora cuando puse mi cartera entre medio de ese varón que estaba apoyando a mi compañera en el colectivo, volviendo de la oficina.
- Soy sorora cuando obligué a parar al colectivo y que baje la rampa para que una mujer en silla de ruedas, pueda subir.
- Soy sorora cuando me encontré con un varón que ninguneó a una compañera y lo miré mal.
- Soy sorora cuando me propusieron una oportunidad y recomendé a una compañera porque sabía que ella era la más indicada.
Y así podríamos seguir…
Para cerrar, algunas preguntas para seguir pensando: ¿Qué tipo de relaciones entre mujeres hay en mi organización? ¿Qué valores fomentan? ¿Qué puedo hacer yo, desde mi lugar, para ser más sorora? ¿Tengo posibilidad de mentorear a una mujer que tiene menos privilegios que yo, ej. Si soy blanca, a una mujer negra o marrón; si soy una mujer sin discapacidad a una mujer con discapacidad; si estoy en una posición acomodada a una mujer socio-económicamente más vulnerable?
Creo que la sororidad es una estrategia muy poderosa para empoderarnos y lograr la equidad de género que tanto deseamos. Y a vos ¿qué otras acciones de sororidad se te ocurren para implementar en tu organización?
Por Daniela Mariana Chávez
Lic. en Sociología. Líder de proyectos DEI
LinkedIn: Daniela Mariana Chavez (ella)