La prosperidad de un negocio depende en gran parte de una fuerza laboral mentalmente sana y productiva. La ecuación es muy sencilla: cuando las personas se sienten motivadas, estas se desempeñan mejor porque están realmente comprometidas. Una clave para lograr eso es promover la salud mental en el espacio laboral. Si las organizaciones gestionan y apoyan activamente el bienestar mental de todos/as sus colaboradores/as, se podría alcanzar el máximo rendimiento.
Pero ¿qué es la salud mental? Y, ¿cómo se relaciona con el trabajo? La Organización Mundial de la Salud la describe como un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Incluso, la OMS asegura que por cada US$1 invertido en el tratamiento de trastornos mentales comunes, se recuperan US$4 en mejora de la salud y la productividad.
Cuando una persona no se encuentra bien en términos de salud mental o carga con estrés, nervios y/o ansiedad, se genera un impacto negativo directo en:
- El desempeño laboral y la productividad.
- El compromiso con el trabajo.
- La comunicación con sus colegas.
- La capacidad física y el funcionamiento diario.
Hasta hace poco, el trabajo no era considerado como un factor que influyera en la salud mental de una persona y era un tema muy estigmatizado. Afortunadamente, en los últimos tiempos se comenzó a indagar y normalizar la relación de causa-consecuencia que existe entre las dinámicas laborales y la salud mental de las personas. Pues existen muchos factores de riesgo para la salud mental, que pueden estar presentes en el entorno laboral. La mayoría de los riesgos se relacionan con las interacciones entre el tipo de trabajo, el entorno organizacional y gerencial, las habilidades y competencias del personal y el apoyo disponible para que los/as empleados/as realicen su trabajo.
Es también una realidad que hoy en día las personas exigen o buscan oportunidades laborales que sean mentalmente saludables y sostenibles, gracias al balance al que se aspira entre la vida personal y el trabajo. La pandemia de Covid-19, ha permitido que se genere una mayor conciencia en torno a los aspectos que pueden contribuir a una mala salud mental dentro del ámbito laboral, así como también a la necesidad de invertir en formación DEI.
Una investigación sobre la salud mental en el trabajo durante el 2021 de Mind Share Partners, señala que las personas jóvenes y los grupos históricamente subrepresentados siguen teniendo más dificultades para acceder a un espacio laboral que garantice su salud mental. Según las encuestas, los/as Millennials y Gen Zetas, LGBTIQ+, personas de tez oscura y latinoamericanos/as, tuvieron más probabilidades de experimentar problemas de salud mental, mayores probabilidades de dejar sus puestos por su bienestar y de creer que la cultura de una empresa debería apoyar la salud mental. De hecho, el 54% del total de las personas encuestadas dijo que la salud mental es un problema de DEI, un aumento del 41% con relación a las encuestas del 2019.
Asimismo, se observó en la investigación que el factor más común fue el trabajo emocionalmente agotador (por ejemplo, estresante, abrumador, aburrido o monótono), seguido por una pobre comunicación y un bajo sentido de conexión entre los/as colaboradores/as y sus superiores. Un dato interesante es que quienes se sintieron apoyados/as por su empleadores/as, tuvieron menos probabilidades de experimentar problemas de salud mental, menos probabilidades de tener un desempeño deficiente y ausencias, y más probabilidades de sentirse cómodos/as hablando sobre su salud mental en el trabajo. Además, tenían mayor satisfacción, confianza e intenciones de permanecer en la empresa.
Por lo tanto, para reforzar el vínculo entre la cultura del lugar de trabajo y su capacidad para apoyar la salud mental, es necesario tomar acción de manera colectiva y proactiva en las organizaciones.
A continuación, te comparto algunas ideas sobre qué se debe hacer a nivel organizacional, extraídas del artículo “It’s a New Era for Mental Health at Work” publicado por la Harvard Business Review.
Cambio cultural profundo
No es tarea exclusiva de RRHH, el liderazgo debe reconocer y tratar a la salud mental como una prioridad organizacional con mecanismos y políticas de salud mental, para transmitirlo al resto del personal. Actuando como aliados/as y compartiendo sus propias experiencias personales, fomentarán un entorno de transparencia y apertura: ¡Construyamos una cultura libre de estigma! Para ello, serán necesarias capacitaciones sobre cómo manejar la salud mental en el trabajo: aquí la seguridad psicológica es sustancial para poder abordar conversaciones difíciles.
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Implicaciones DEI
Invertir en iniciativas de diversidad, equidad e inclusión que apoyen la salud mental de las personas y que aborden su interseccionalidad también es crucial. Los/as colaboradores/as de tez oscura se han visto especialmente afectados por el trauma del racismo y la violencia sistémica; las personas (en su mayoría mujeres) que tuvieron que encargarse del cuidado de sus hijos e hijas, se enfrentaron al cierre de escuelas y al agotamiento asociado. Permitir que el personal discuta temas sociales y políticos desafiantes en el trabajo también es parte de una cultura mentalmente saludable. Una buena sugerencia, es empoderar a las personas formando grupos de recursos para empleados/as de salud mental (ERG) y otros grupos de afinidad, que comiencen iniciativas de escucha entre pares.
Formas de trabajar más sostenibles
La flexibilidad es crucial: promover la autonomía, establecer límites y crear normas en torno a las comunicaciones, la capacidad de respuesta y la urgencia puede contribuir en gran medida a construir una cultura mentalmente saludable. Nuevamente, el liderazgo es fundamental para promover estos comportamientos mentalmente saludables. Por un lado, la gerencia y sus subordinados/as deben articular estilos de trabajo y preferencias individuales para respaldar la inclusión. Por el otro, los/as empleadores/as también deben asegurarse de que los equipos tengan los recursos necesarios para hacer su trabajo de manera efectiva mientras se mantienen mentalmente saludables.
Conexión más profunda
Finalmente, una cultura de conexión es primordial: desde chequeos regulares donde se pregunte “¿cómo estás?”, ¿en qué te puedo ayudar?, a relaciones de trabajo saludables e interacciones significativas entre equipos. Los/as empleadores/as deben promover estas conversaciones personales y profundas de manera continua, a lo largo de toda la organización. ¡La empatía podría ser la clave!
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Ahora cuéntanos tú, ¿Has tenido alguna conversación sobre salud mental en tu trabajo? ¿Qué iniciativa implementarías para su abordaje?
Por Isabella Troitiño
Lic. en Gerenciamiento Económico Intercultural. Coordinadora de proyectos DEI
Linkedin: Isabella Troitiño (she/her)