¿Qué hacemos entonces con esos grupos anti inclusión de la diversidad? ¿Nos arremangamos las mangas y nos subimos al ring? ¿Luchamos bajo sus propias reglas, aunque sean reglas que de este lado objetamos? ¿Los ignoramos esperando que su fuerza se vaya diluyendo poco a poco?
El movimiento reaccionario anti diversidad, equidad e inclusión, que parece haber tomado un impulso crítico en los últimos años, nos ubica a quienes abogamos activamente por la DEI en una encrucijada. Porque siempre nos creímos estandartes de la moralidad humana y nadie jamás osaría contradecirnos. ¿Quién, en definitiva, podría oponerse a un mundo más justo, igualitario y diverso, donde la identidad no determine el acceso a oportunidades? La resistencia, que siempre existió, parecía ser más pasiva, de hechos aislados, socialmente condenables. Pues esto se acabó, y de repente tenemos en frente a unos adversarios virulentos, organizados, y con poder, con mucho poder.
Sea cual sea la estrategia que se diseñe para equilibrar su reacción y no dejarnos avasallar (y perder derechos en el camino), es fundamental comprender un poco más sobre ellos. Aquí les comparto algunos puntos a tener en cuenta:
- No son tantos como parece
Yo sé que parecen mucho más de lo que son. Un reciente estudio de Kantar sobre tendencias a nivel global sobre DEI, muestran que 3/4 de la población mundial están de acuerdo en que las marcas deben ser socialmente responsables e inclusivas. El nivel de ruido que generan puede ser engañoso. Los datos nos indican que la gran mayoría sensata quiere que las marcas continúen por el camino de una mayor inclusión.
- Interpelan eficientemente a los “neutrales”
Podemos llegar a pensar que quienes no están expresamente a favor de un mundo más diverso, equitativo e inclusivo, se encuentran en contra. Este es un gran error que las personas anti DEI están capitalizando a su favor. La mayoría de las personas no le asigna el tiempo que exige comprender las estructuras de desigualdad presentes en nuestras sociedades. El mismo sistema se encarga que estén distraídas y solo puedan consumir noticias inmediatas, superficiales, que difícilmente abordan la complejidad del problema. El discurso anti DEI apela a la subjetividad natural de las personas de “temer” a lo diferente, y utilizan eficientemente los canales disponibles para transmitir sus mensajes. Comenzamos varios pasos atrás.
- Son maquiavélicos
Nada más efectiva que la vieja y famosa estrategia de “Divide y reinarás” en una confrontación, y su éxito está comenzando a verse de “este lado” de la conversación. A nivel personal, siempre he tenido referentes feministas, antirracistas, del colectivo LGBTIQ+, etc., que me sirvieron de guía en los momentos de confusión. Pero cuando nuestros referentes están enemistados o enfrascados en diatribas conceptuales, entonces quienes estamos en la primera línea de fuego, perdemos argumentos, o quizás peor, empezamos a dudar.
- Carecen de argumentos
Es difícil ganar un contrapunto cuando se carecen de argumentos. Peor aun cuando sus mantras son tan poco convocantes cuando quedan en evidencia. El “Sálvese quien pueda” que propone el individualismo, el “Acumular hasta morir” que propone el capitalismo, el “Eres lo que tienes” que propone el consumismo, o el “Explorar los recursos naturales hasta agotarlos” que propone el extractivismo, difícilmente interpelen a una persona. Por lo tanto, es imprescindible que apelen a la superficialidad, al miedo y al agravio para defender sus posturas. Allí no podemos ganarles.
- Diferentes pero lo mismo de siempre
Aunque resulte tentador encapsularlos en una sola identidad, esto mismo resultaría contradictorio con nuestro propio trabajo: La diversidad es parte de la naturaleza. No se trata en exclusiva de un señor blanco mayor buscando conservar sus privilegios. Sin embargo, en los últimos años ha ido emergiendo un perfil más definido: Un estudio reciente de Gallup descubrió que se ha abierto una brecha entre varones y mujeres de la generación Z respecto a su posicionamiento sobre cuestiones sociales, siendo las mujeres más progresistas y los varones más conservadores. Estos últimos buscan restablecer un orden de roles en nuestra sociedad basados en la identidad y sostenido en perspectivas biologicistas. Es decir, las mujeres a la casa a criar, los varones a trabajar y proveer, las personas cis heterosexuales como símbolo de salud y moralidad, las clases altas a dirigir, etc. En otras palabras, privilegiados cuidando sus privilegios. Eso ya se ha visto antes.
Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
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