Hace unas semanas atrás facilitábamos un taller para directores y directoras de una gran empresa, bastante tradicional y masculinizada por cierto. Hablamos sobre la importancia de la diversidad, así como de los desafíos que trae aparejados, y se abrieron allí todos los debates e intercambios super interesantes que se puedan imaginar en este sentido.
También surgió el tema de la importancia de generar espacios con seguridad psicológica, es decir, espacios donde todas las personas puedan sentirse libres y bienvenidas para hacer comentarios que crean que suman o contribuyen al equipo, de alzar la voz cuando corresponda, de proponer ideas por locas que parezcan, o hasta se den permiso de equivocarse sin temor a represalias.
Abordamos también el tema de microagresiones, que son de manera sintetizada, aquellas actitudes, comentarios, acciones que aunque se dan de forma sutil, tienden a menospreciar, dañar o excluir a otras personas. Resulta que luego de haber visto y trabajado sobre algunos ejemplos cotidianos y reales de microagresiones en el ámbito laboral, hablamos sobre la importancia de intentar evitar estas situaciones y alzar la voz si es que las observamos en otras personas, destacando que su responsabilidad como líderes es aún mayor justamente por estar en una situación de poder respecto al resto del personal.
En este momento, uno de los directores que se encontraba sentado en la primera mesa escuchando atentamente, con el ceño entre frunciéndose, intervino y dijo:
‘Para mi, estas cosas no pasan… acá somos todos iguales, no es que yo, por ser uno de los directores de la compañía, tengo más poder que cualquier otro colaborador…’
Ahí, intentando esconder mi asombro, y confiando en que su planteo era genuino y que, si lo dilucidábamos en conjunto en la sala, podíamos llegar a interesantes reflexiones, le respondí citando a uno de los autores más calificados para hablar del tema del poder, que es Foucault, sirviéndome de la teoría para hacerla dialogar con la práctica. Foucault, un gran estudioso del tema, escribió muchísimo alrededor del poder y sus implicancias en distintas instituciones (invito a que quienes no hayan tenido el regocijo de acercarse a sus obras, puedan hacerlo).
Sin entrar en cuestiones muy entreveradas y filosóficas, voy al grano: En toda relación entre 2 o más personas, en este orden social, hay una relación de poder, en tanto cada parte pertenece a ciertas categorías que lo ubican en una posición determinada en la sociedad, con más o menos peso/estatus/derechos. En este sentido, una persona colaboradora y un director de una compañía, tradicional y jerarquizada, por supuesto que no se ubican en la misma posición en la estructura social, es decir no tienen el mismo poder. Mucho menos si este director es varón blanco argentino, heterosexual, de unos 48 años de edad, y la persona colaboradora en cuestión es una mujer marrón migrante de 25 años, pasante que recién ingresa a trabajar en la empresa.
Pensándolo así, resulta sencillo establecer una conexión entre el poder y los privilegios. Los privilegios entendidos como aquellas ventajas no ganadas u ausencia de obstáculos, a los que no se puede renunciar. Suele suceder que, por cómo está configurada la sociedad y las desigualdades que existen en ella, las personas con ciertos privilegios (por ej. el ser varón o ser una persona alta o ser una persona blanca, etc.) son quienes más oportunidades tienen para llegar a lugares de poder, como en este caso es la Dirección de una empresa. ¿Esto significa que no hicieron nada para llegar a donde están? No necesariamente; seguramente hayan hecho mérito y se hayan esforzado, pero seguramente también sus privilegios le hayan allanado el camino para llegar.
Y así como tienen el poder social, también tienen el poder de hacer y transformar la realidad. En otras palabras, creo que una acción clave de quienes están en lugares de poder, puede ser repensar su rol y sus privilegios, y desde su lugar de influencia, poner manos a la obra para construir espacios de trabajo amigables que, sobre cimientos de equidad e inclusión, abran paso a la diversidad. Comparto esto, con el fin de seguir pensando y tener más herramientas para complejizar el análisis, porque citando nuevamente a Foucault ‘El saber es poder’.
Por Daniela Mariana Chávez
Lic. en Sociología. Líder de proyectos DEI
LinkedIn: Daniela Mariana Chavez (ella)