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¿Podemos ser iguales y diferentes a la vez?

Parece casi una contradicción. Si somos diferentes, ¿cómo podemos ser iguales? Esta es una de las confusiones más comunes que suelen surgir en nuestros talleres sobre Diversidad & Inclusión: ¿Tenemos que tratar a las personas de igual manera aunque seamos diferentes? ¿Cómo podemos crear un ambiente de trabajo equitativo cuando somos todos y todas diferentes? Analicemos la cuestión un poco más en detalle.

Como formador, he comprendido la vital importancia de comenzar una lección con una revisión del vocabulario. No hay nada peor que mirar un mar de rostros confundidos sobre los conceptos fundamentales en la mitad de un taller. Por ende, definir claramente a qué nos referimos con las palabras que utilizamos para explicar la complejidad del mundo en el que vivimos, es fundamental para poder entendernos. En definitiva, es a través de las palabras que intentamos explicar la realidad que nos rodea. A su vez, las palabras de nuestro idioma van moldeando nuestra percepción de la realidad. Es por esto que necesitamos definir claramente estos conceptos que son fundamentales para promover la Diversidad & Inclusión en una organización.

La diversidad nos incluye a todos y a todas

Por un lado, la diversidad se refiere a la variedad. La variedad de habilidades, perspectivas, aptitudes, experiencias y antecedentes culturales que existen entre personas y grupos. La diversidad es un hecho de la naturaleza, presente en otras esferas más allá de la humana. Reconocer y aceptar nuestras diferencias, y valorarlas como tal, es un primer paso hacia la inclusión. Lo opuesto a ser diferente no es ser iguales, sino ser idénticos, es decir, tener la misma identidad. ¿Se imaginan un mundo así?

Reconociendo las desigualdades para generar equidad

Por otro lado, como seres humanos tenemos una misma naturaleza, y como tal, deberíamos ser tratados/as en igual condición de justicia y equidad. Esto es básicamente la definición de igualdad, y su antónimo no es diferencia ni diversidad, sino desigualdad. La igualdad contiene el principio jurídico universal que establece que todas las personas son iguales, que no existen diferencias en el valor sin importar la raza, nacionalidad, género, preferencias sexuales, edad y otros. Y en realidad, es cierto: todos y todas somos seres humanos y por lo tanto debemos gozar de los mismos derechos y oportunidades. Ahora bien, sabemos que este no es el caso y que existen desigualdades estructurales que establecen limitaciones y obstáculos en detrimento de ciertos grupos (y a favor de otros). Ya sea por prejuicios sociales arraigados en la historia y la cultura –como el racismo o la superioridad del varón frente a la mujer–, por haber nacido en un país en vías de desarrollo, por tener algún tipo de discapacidad, etc.

Reconociendo las diferencias para generar inclusión

Ahora, teniendo más en claro los conceptos, es imposible promover la igualdad sin reconocer las diferencias existentes entre los seres humanos. Un ejemplo fácil de reconocer es cuando pensamos en personas con discapacidad. Todos deberíamos tener la misma oportunidad en una organización de movernos libremente por las instalaciones. Ahora bien, para que una persona con movilidad reducida pueda tener la misma oportunidad que otras personas sin esta discapacidad, es necesario preparar las instalaciones para que sea apto para sillas de ruedas, por ejemplo. Sin el conocimiento de las necesidades de movilidad de una persona con discapacidad física, será muy difícil generar un contexto de igualdad de oportunidades.

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Igualdad de oportunidades genera inclusión

Ok, pero ¿qué hay de las diferencias que no son tan fáciles de percibir? Veamos otro ejemplo. Una persona que trabaja para un cliente nuestro se quejó con su jefa porque su colega y compañero de oficina exhibía las fotos de su pareja del mismo sexo en su escritorio y conversaba sobre lo que hacían juntos el fin de semana. Claramente si su pareja hubiese sido del sexo opuesto, no habría existido tal queja. En otras palabras, a pesar de las diferencias en la orientación sexual, todos debemos tener el mismo derecho de expresarnos. Sin igualdad de oportunidades, es muy difícil generar un ambiente de trabajo inclusivo.

¿Diferencias de género o sesgos de género?

Otra manera de generar desigualdades es cuando atribuimos diferencias que en realidad no existen, sino que son producto de construcciones sociales. Esto es lo que ocurre en cuestiones de género por ejemplo. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), género se refiere al conjunto de comportamientos, actividades, funciones y atributos que la sociedad designa a los hombres y mujeres. Sin embargo, estas construcciones del “ser mujer” y “ser varón” han sido producto de los hombres, y han definido roles que generan desigualdades estructurales y profundas, cuando en realidad, no existen limitaciones, ni físicas ni psicológicas, de ningún tipo entre ambos. El sexo, en cambio, es diferente al género, y sí plantea diferencias visibles entre varón y mujer (ej: la posibilidad de gestar a un ser vivo*), y en este caso, es importante reconocerles para crear un ambiente de trabajo equitativo.

¿Cuáles son las desigualdades estructurales que existen en tu organización? ¿Cómo se podría impulsar un ambiente de trabajo más equitativo que valore las diferencias y todos y todas se sientan incluidos/as?

 

Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
Linkedin: https://ar.linkedin.com/in/marcelobaudino

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