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¿Nos podemos pasar con la inclusión?

¿Y si nos pasamos con toda esta movida de la diversidad, equidad e inclusión (DEI)? ¿Deberíamos entonces ponerle un límite a la inclusión?

Hace unos días me escribió un conocido comentando una injusticia que había vivido en su trabajo. Le vamos a llamar Nicolás. Se trata de un profesional varón con una carrera prominente en una industria muy competitiva y altamente exigente en términos de dedicación. En su mensaje, a todas luces lleno de frustración, me compartía que todo esto de la inclusión se había “pasado tres pueblos”, es decir, ahora eran los hombres quienes estaban siendo discriminados. En su firma acababan de promover a una mujer a una posición a la que él aspiraba y que, según su punto de vista, lo habían hecho sólo por ser mujer, ya que él se encontraba claramente mejor preparado.

Traigo este caso porque se trata de una persona con genuina curiosidad (y buenas intenciones) por la temática, y aunque su hipótesis ya la haya escuchado en otras ocasiones, me preguntaba cómo podía abordar la conversación para no perderlo como potencial aliado por la inclusión. Lo conozco y sé que es una muy buena persona que, en gran medida, vive para su trabajo; con todo lo bueno y lo malo que esto representa. En su momento le brindé una respuesta más personal. No sé si estuve a la altura, por lo que voy a profundizar la respuesta con otras perspectivas que quizás sumen al análisis y, de paso, eviten echarle la culpa a la DEI.

 

  1. Primero lo primero, sesgos inconscientes

No quiero poner en duda la percepción de Nicolás. Solamente me parece importante mencionar que los seres humanos tenemos sesgos, y los sesgos por género suele ser de los más influyentes. Lo que sabemos en base a estudios es que se suele subestimar el rendimiento de las mujeres y no se les suele atribuir el mérito que les corresponde (Leer más). De nuevo, esto no quiere decir que Nicolás esté equivocado, sin embargo, no podemos desestimar algo que sucede y que solemos creer que nunca nos sucede a nosotros.

 

  1. ¿Quién no comete errores?

Supongo que, en la historia de los ascensos, en numerosas ocasiones han premiado a alguna persona que no se lo merecía en relación a otras. Sucede y seguirá sucediendo. El gran inconveniente es que cuando la persona que es promovida injustamente resulta ser un varón, no solemos decir que se lo dan por ser un varón. Lamentablemente, cuando se trata de una mujer, nos es más fácil concluir que se lo dieron por ser mujer. Está claro que esto no es casualidad. Si nos vamos a los datos duros (necesitamos los datos duros para salir de nuestra subjetividad) son justamente los varones quienes son beneficiados por su género, y por ende, corren con ventajas a la hora de crecer profesionalmente. Suponiendo que lo que le ocurrió a Nicolás fuera ciertamente una injusticia, no implica necesariamente que se haya dado vuelta la torta y ahora sean los hombres quienes enfrentan desigualdades. Yo sé que es tentador explicar la realidad a través de nuestra experiencia personal, pero rara vez esto funciona así.

 

  1. ¿De quién es la culpa?

Ahora bien, si ascendieron a su colega solo por ser mujer cuando no tenía el mérito, la culpa no es de ella. Es bastante común culpar a las mujeres por haber sido promovidas, se lo hayan merecido o no. A veces hasta llegamos a culpar al movimiento feminista por la decisión que tomó alguien más. En realidad, la culpa es de la persona que tomó la decisión de ascenderla cuando no se lo merecía, obviando a la persona más calificada. Eso es ser un mal jefe. No quiero asumir, pero… ¿se imaginan el género de quién tomó la decisión? Conociendo a la industria y al liderazgo de la misma, hay altas probabilidades que haya sido un varón.

 

  1. ¿De qué nos frustramos?

Analicemos la frustración con mayor detenimiento y demos un paso atrás. Todas las emociones son válidas, pero es importante comprender el marco que se utiliza para generarlas. En promedio, los varones avanzan en sus carreras a un ritmo superior a las mujeres. Por cuestiones de género, claro está. Es decir, no hay nada biológico que explique esta ventaja. Si Nicolás compara su crecimiento sólo con otros varones, quizás haber perdido este ascenso lo ponga por debajo del promedio (lo dudo porque es realmente exitoso). Sin embargo, si se compara con el promedio de crecimiento de las personas en su industria (hombres y mujeres), posiblemente siga estando por encima del mismo. Yo sé que esto no necesariamente aliviará su frustración, pero es importante no olvidarse que, a la hora de compararse, tenemos que hacerlo con todos nuestros colegas, no solo aquellas personas de nuestro mismo género.

 

  1. ¿Por qué nos frustramos?

La quinta razón es quizás la más delicada porque parece tan obvia que puede sonar agresiva. Piensa en lo siguiente: ¿Por qué nos frustra tanto no obtener un ascenso? ¿No tendremos acaso otras oportunidades? ¿Tan apurados estamos de ascender? ¿Hemos desarrollado toda nuestra vida alrededor de promociones indefinidas lo más rápido posible? ¿Hay algo más allá en la vida de un hombre que el ascenso? Estuve tentado en comentar que quizás era una oportunidad para pasar más tiempo con sus hijos (tiene dos), o hasta bajar el ritmo de trabajo para darle cuidar un poco más de su salud mental (su nivel de estrés era evidentemente alto). Y así podría seguir mencionando muchas otras actividades que también contribuyen a nuestra felicidad. Vaya mandato el que tenemos los hombres de que nuestra felicidad dependa de nuestro estatus profesional. Tenemos que derribarlo. Por nosotros. Urgente.

 

  1. Viva la diversidad

Por último, y no por ello menos relevante… ¡viva la diversidad! No solo porque es más entretenido cuando somos diferentes, sino también porque es más rentable. Promover la diversidad deliberadamente es una estrategia válida que ha probado ser efectiva. Ante dos perfiles similarmente competentes, la diversidad puede terminar siendo un factor determinante en la decisión. ¿Te imaginas los costos que se están asumiendo con un equipo gerencial homogéneo? Solo espero que además de valorar la diversidad, también implementen acciones concretas para desarrollar un espacio laboral inclusivo. No es suficiente con la diversidad, necesitamos equidad e inclusión.

No sé si estas razones podrían llevarlo a procesar su frustración de una manera productiva, que no lo aleje de su compromiso por la inclusión. Aunque resulte más sencillo procesarla culpando a las mujeres o al movimiento, esto solo lo alejará de una buena causa. Porque la inclusión que buscamos no es solo para las mujeres, sino también para aquellos hombres que sacrifican gran parte de su vida y su salud, por algo inalcanzable. Existe una libertad en juego que los varones aun no estamos comprendiendo en su totalidad, pero que está ahí, esperando a que nos involucremos de una buena vez por todas. No podemos “pasarnos” con la inclusión porque toda esta movida también incluye a los hombres.

 

¿Cómo lo ves tú? ¿Qué le hubieses respondido a Nicolás?

 

Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
Linkedin: https://ar.linkedin.com/in/marcelobaudino

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