¿Recuerdas haber utilizado en tus años escolares un lápiz “color piel” (o “color carne” según el país de América Latina)? Yo sí. En su momento lo veía como algo totalmente natural. “La piel de las personas es de este color”, supongo que pensaba durante esa etapa de mi niñez. Recuerdo utilizar este lápiz para pintar a las personas que dibujaba. Que fuerte me parece ahora no haber al menos cuestionado este nombre, especialmente cuando mi propia piel no se veía de esa manera. ¿Te imaginas el impacto en el subconsciente sobre el color de piel «normal» y esperada de un ser humano? Este tipo de mensajes subliminales alimentan nuestros sesgos respecto al color de piel, y promueven desigualdades en lo que hoy se conoce como “colorismo”. No, no es algo del pasado. Esta semana (2020) en una tienda de artículos de librería siguen vendiendo papel “color piel”.
El color de la piel importa, porque somos seres visuales y respondemos a las demás personas en gran medida en base a nuestra apariencia y fisionomía. Claro que no es lo único que importa, pero es una de las características más cargadas con estereotipos y prejuicios en casi todas las sociedades del mundo. Las etnias importan, pero el color de piel también. Y esto no es un fenómeno que importa sólo en Estados Unidos y que escuchamos cada vez que hay un evento mediático de violencia racial. Es una realidad permanente en América Latina que promueve desigualdades, exclusión y mucha discriminación. ¿Lo analizamos un poco?
Como siempre, es fundamental distinguir algunos conceptos. Por un lado está la discriminación racial que existe y es real, por más que haya sido probado que no existen “razas humanas”, sino sólo una, y que la jerarquización de los seres humanos en base a etnias, no ha sido más que una construcción basada en la esclavitud y el colonialismo (Leer más). De todas maneras, la construcción social de la raza existe por más que no exista una realidad biológica. El problema del racismo se centra en un grupo dominante (en este caso blancos) que piensa que su privilegio y poder es inherente a su etnia. Por otro lado, el color de piel se encuentra íntimamente ligado con la etnia, sin embargo, mientras que la inmigración y las uniones interraciales siguen expandiéndose, el color de piel se está convirtiendo en un aspecto identitario incluso más relevante que la raza. Y esto simplemente se debe a que el color de piel es un hecho visual irrefutable que es imposible de ocultar.
En América Latina, el colorismo es uno de los aspectos visibles de la identidad que más discriminación genera. Tan solo basta mirar los carteles publicitarios en las calles de las ciudades principales de cualquier país de la región. Las personas que modelan son esencialmente rubias, ojos claros, esbeltos, altos y de piel blanquísima. Muy distantes a la gran mayoría de las personas de la calle, que son de piel morena, pelo negro, ojos oscuros. ¿Qué imagen de éxito inalcanzable (al menos estéticamente) representaban? ¿En qué medida discriminamos en base a una “raza” y en qué medidas tan solo en base al “color de piel”? En América Latina, hemos aprendido a demonizar a las pieles más oscuras, mientras que endiosamos a las pieles más claras. Y esto sucede precisamente porque nuestra región ha sido construida bajo los principios del colonialismo y el racismo. En otras palabras, sin el racismo, el debate sobre las tonalidades de piel sería una cuestión simplemente de estética. Los privilegios de aquellos con piel clara por sobre los de piel oscura, se conoce justamente como colorismo.
Existe suficiente evidencia que prueba que la salud, la riqueza y las oportunidades de éxito se ven afectados por el color de la piel, a veces independientemente de su origen étnico. Incluso las personas blancas de tonos más oscuros tienen experiencias diferentes a las de sus homólogos caucásicos de tonos más claros en lo que respecta al acceso a oportunidades y los recursos. Como el patriarcado, el colorismo está tan profundamente arraigado en el tejido cultural de esta región que todos estamos sesgados por su presencia.
Te propongo el siguiente ejercicio: Mira alrededor a tus colegas de tu empresa. ¿Cuál es el color de piel mayoritario? Luego mira al liderazgo de tu organización. ¿Cuál es el color de piel mayoritario? ¿Hay alguna diferencia? Luego reflexiona un poco sobre el color de la piel de la población de tu ciudad o de tu país. ¿Hay algunas divergencias con lo que ocurre en tu empresa? ¿Por qué? Ahora ya tienes parte de la respuesta.
Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
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