Hace algunos días, hablando con una selectora de personal que buscaba ampliar su equipo, en un momento mencionó: ‘‘Estoy buscando a un hombre, porque trabajar con ellos es más fácil’’. La frase, bastante trillada por cierto, me quedó resonando, y me llevó a pensar acerca de cuántas veces somos nosotras mismas las que reproducimos este tipo de prejuicios sobre las mujeres.
En el mismo sentido, se me vinieron a la cabeza otras frases que también iban en contra de la búsqueda de equidad de género. Recordé que en más de una oportunidad había escuchado de parte de mujeres en posiciones de liderazgo (al nivel de la alta dirección inclusive) decir que ellas no tuvieron dificultades en el camino por ser mujeres, que habían logrado estar donde están por mérito propio y que no estaban de acuerdo con las famosas cuotas, u otras medidas de acción afirmativa, que siguiendo a Rita Segato serían aquellas acciones que se utilizan para corregir la exclusión y la desigualdad históricamente acumuladas como resultado de la discriminación por parte de quien detenta el poder. Y su discurso iba aún más allá, aparentemente desconocían (¿o decidían ignorar?) las dificultades de ciertos colectivos (incluso el propio) y a su vez, transmitían un mensaje de singularidad que las posicionaba como únicas portadoras de la capacidad necesaria para ocupar tal lugar. Este fenómeno podríamos enmarcarlo en lo que se conoce como ‘Síndrome de la abeja reina’ que se daría cuando las mujeres que llegan a posiciones de poder, niegan o desconocen las desigualdades estructurales que oprimen o dificultan el acceso a su colectivo, desconociendo así también sus propios privilegios. Porque puede ser que a ellas les haya resultado ‘fácil’ llegar a donde están, pero me animo a decir que posiblemente su éxito se relacione con otros privilegios que puedan tener -evidentemente invisibles para ellas-, y no únicamente con su mérito y buen desempeño. Y resalto, dije ‘no únicamente’, porque por supuesto que ello también cuenta.
Esta situación representa un problema bastante importante, porque justamente son las mujeres que llegan a puestos de poder, quienes tienen una posición destacada y podrían usarla para visibilizar aún más las dificultades que las mujeres como colectivo enfrentan para crecer y llegar a determinados lugares, pero por el contrario, al posicionarse como las únicas, evitando las más de las veces que otras lleguen, se reproducen las mismas lógicas de exclusión, que ellas lograron franquear para llegar al lugar donde están.
Entonces ¿cómo dejar de lado la rivalidad femenina? En este punto, y como contrapartida a esta encrucijada, resulta interesante hacer entrar al juego el término de ‘Sororidad’. La Sororidad, neologismo que proviene de ‘soror’, hace referencia a la hermandad entre mujeres; parte de reconocer las desigualdades estructurales e históricas que las mujeres vivimos, y promoviendo vínculos de compañerismo y altruismo para con nuestras pares, busca crear lazos de solidaridad que allanen el camino para que todas tengan la oportunidad de llegar. La sororidad propone que las mujeres nos juntemos, que formemos alianzas para desafiar las reglas del juego, que claramente no fueron creadas por nosotras y nos limitan. Quizás promover vínculos colaborativos entre nosotras mismas, pueda ser un primer paso en el camino hacia la equidad de género.
Pero ¿Qué puedo hacer yo? Aquí algunas buenas prácticas, super aplicables:
Amplificación: Una buena práctica, conocida por ser muy utilizada durante el gobierno de Obama, es la que se denomina ‘Amplificación’ y refiere al eco que se hace entre las mismas mujeres replicando la idea de una de ellas, y citándola, para que de esta manera las ideas de las mujeres cobren peso y sean recogidas por otros, como bien explica Marlene Molero en su charla TED ‘Sororidad’: ¿qué podemos lograr las mujeres si trabajamos juntas?’.
Mentoreo: Otra buena práctica en el mismo sentido, podría ser mentorear a otras mujeres, ayudarlas desde tu propia experiencia a crecer y que transiten más fácilmente su camino, ‘tirar juntas para el mismo lado’.
Felicitar, reconocer y agradecer a otras mujeres: Permitámonos reconocer los logros de las otras: si queremos propiciar el empoderamiento de las mujeres, es importante generar espacios donde ganemos confianza y el reconocimiento puede ser parte de ello. Seguramente ésto también contribuya a desterrar el muchas veces nos invade haciéndonos sentir que no merecemos lo que hemos conseguido, que esto fue más bien producto de la suerte, y aún más, que estamos engañando al resto respecto a nuestras capacidades. Felicitar, reconocer y agradecer lo aprendido de otra compañera puede darle un gran impulso. Asimismo, dar un buen consejo o crítica constructiva también puede ser de utilidad.
Creerle a otras mujeres: movimientos como el ‘Me too’ o el ‘Ni una menos’, han hecho mella en el colectivo de mujeres, demostrando que no estamos solas, y permitiéndonos aprehender el significado y la importancia de que quien está cerca nuestro nos crea y acompañe; sabemos lo difícil que puede ser transitar solas ciertas situaciones que por más naturalizadas que estén, nos afectan, entonces aplicar y hacer carne la famosa frase ‘hermana yo sí te creo’ es requisito fundamental si queremos hablar de sororidad.
Procurar no opacar sus logros: También es importante, siguiendo a la experta en D&I e interculturalidad Shirley Saenz, procurar no opacar logros profesionales o capacidades intelectuales de otras mujeres por juicios sobre cuestiones personales o íntimas, no hacerlo ni ser cómplices de ello. Defender a otras ante este tipo de situaciones a las que solemos vernos expuestas las mujeres, habla también bien de nosotras mismas.
Tener presente la intersectorialidad: Por último, pero no por ello menos importante, entender que más allá de aquello que nos une, habrá distintas situaciones, y distintos privilegios que cada cual porta, es fundamental para evitarla esencialización de la mujer (considerar que hay una esencia en ser mujer), y la universalización de sus problemas; en otras palabras, entender que hay distintas identidades y trayectorias, más allá de aquellas que nos asimilan, puede ayudarnos a no invisibilizar las luchas de otros colectivos: no será igual los desafíos que enfrente una mujer cis blanca, joven, sin discapacidad, que los que enfrente una mujer mayor de identidad marrón, una mujer aymara con discapacidad, o una mujer trans inmigrante.
Si queremos que la Equidad de género deje de ser una utopía, podemos empezar poniendo alguna de estas cuestiones en práctica y ver cómo nos va. ¿Te animás?
Por Daniela Mariana Chávez
Lic. en Sociología. Líder de proyectos DEI
Linkedin: Daniela Mariana Chavez (ella)
Excelente artículo! Hace tiempo que pienso en esto. Sobre todo en el sindrome de abeja reina. He visto todo lo que se describe en el articulo. Tanto por construir, por visibilizar, por hermanarnos, por hacer que las acciones no sean causas aisladas sino la fuerza que aparece cuando estamos con otras mujeres empaticas. Hay mucho naturalizado, muchisimo, mitos, creencias, justificaciones. Me quedo pensando en que la sororidad, la red de mujeres, es importante en los equipos de trabajo, entre colegas y pares. Y tambien entre quienes lograron ascender (por ej en una organización) y en quienes aspiran a ello.
Muy buen artículo, interesante exposición.