¿Puedo hacer algo yo a nivel individual por la paz, la inclusión y la justicia en la sociedad donde vivo? – “Claro que sí. Todas las personas a nivel individual tienen la responsabilidad de contribuir a crear una sociedad y un espacio laboral más incluyente.”
Muy pocas personas estarían en desacuerdo con esta respuesta, ¿verdad? Llamémosle responsabilidad positiva a este caso. Sin embargo, la respuesta no es tan espontánea ni lineal cuando la pregunta es la siguiente: ¿Soy yo responsable (al menos en parte) de la discriminación y violencia presente en esa misma sociedad?
Curiosamente no solemos pensar en nuestra responsabilidad individual en este caso, ¿o sí? A este segundo caso le llamaremos responsabilidad negativa. Y la verdad es que es más sencillo reconocer que existe racismo en la sociedad, que reconocernos como racistas. Cuando presentamos datos sobre la violencia de género presente en nuestras sociedades (y por ende en las organizaciones que operan en esas sociedades), las personas lo aceptan, pero no suelen aceptar que muy posiblemente ellas mismas sean partícipes necesarias en reproducir esa misma violencia, de manera evidente o sutil. ¿Por qué sucede esto? ¡Analicémoslo!
Para poder abordar este aparente dilema, necesitamos presentar una de las ideologías más fuertemente arraigadas en las sociedades modernas. Tan arraigadas, que prácticamente no se encuentran en debate. Y no estoy hablando del capitalismo, ni del patriarcado, ni siquiera del racismo, aunque claramente se retroalimenten, sino del individualismo. El individualismo es la tendencia de una persona a obrar según su propia voluntad, sin contar con la opinión de los demás individuos que pertenecen al mismo grupo y sin atender a las normas de comportamiento esperadas por la sociedad. En otras palabras, es la idea de que somos totalmente independientes y autónomos/as en nuestras decisiones y comportamientos, y que no estamos sujetos/as a la influencia de ninguna fuerza colectiva, llámese sociedad o cultura. Y por ende, la suerte de cada individuo, depende directamente de sus decisiones individuales.
Un ejemplo concreto de lo profundo que es la construcción del individualismo, lo podemos encontrar en el concepto de “género”. Cuando pregunto en nuestros talleres de equidad de género, qué entienden por género, suelen responder con la definición de “identidad de género”, es decir, la auto-percepción individual. Sin embargo, comprender que el género es una construcción social y cultural que define (y condiciona) características y comportamientos esperados en base al sexo de la persona, les resulta mucho más difícil de digerir. Es difícil porque supone el hecho que hay una construcción social que, en este caso, contribuye a desigualdades entre varones y mujeres, y que no elegimos individualmente, sino que viene determinado externamente. Y por sobre todo, cambia el foco de la responsabilidad, ya que de repente nuestra responsabilidad positiva es mucho más limitada de lo que pensamos, y nuestra responsabilidad negativa nos obliga a repensarnos como parte de un entramado que promueve desigualdades, injusticias y demás. Bastante delicado, ¿no crees?
Identificar nuestra responsabilidad en la construcción colectiva de las normas que imperan en nuestras sociedades (y repito: por ende también en nuestras organizaciones), es fundamental para comprometernos con el cambio. El desafío reside justamente en que esas normas imperantes en la sociedad ponen a algunas identidades por encima de otras: varones por sobre mujeres (patriarcado), blancos por sobre negros (racismo), cis-hetersexuales por encima de la población LGBTIQ+ (cis-heternormatividad), etc., y por ende, son esencialmente injustas y discriminatorias. Sin entender esto, la solución a las desigualdades siempre recae en la responsabilidad individual, es decir: “si no estás logrando, es que no te estas esforzando lo suficiente”. Íntimamente ligado está el concepto de meritocracia, que ya hemos abordado en otro artículo: La paradoja del mérito.
¿Qué implica esto para las organizaciones? Muy sencillo: implica que a la hora de planificar su estrategia de diversidad, equidad e inclusión, es preciso enfatizar la responsabilidad colectiva por las desigualdades presentes en el reclutamiento y en el desarrollo, por los obstáculos que enfrentan determinadas identidades para acceder a ciertas oportunidades, y por la discriminación esperable en una organización que forma parte de una sociedad donde ya existe discriminación, y donde todas las personas son en parte responsables. Necesitamos transformar la responsabilidad individual en un accionar colectivo. No podemos pretender romper con las desigualdades en nuestro ámbito laboral sólo a través de nuestro compromiso individual, ni siquiera sólo a través de nuestra deconstrucción personal. Necesitamos repensar nuestro compromiso por la inclusión a través de la acción colectiva, de la organización de espacios de escucha a las personas sin privilegios, de la construcción de nuevos relatos sobre las identidades históricamente marginadas. La inclusión siempre es colectiva.
¿Existen espacios de transformación colectiva por la inclusión en tu organización?
Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
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