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La falsa polarización

Posiblemente, al igual que yo, también te encuentres un poco harto/a de la polarización extrema y sin sentido que acusa a nuestras sociedades. Tan grande es la grieta que prácticamente te fuerza a posicionarte de un lado u otro de la misma, y si no lo haces, serás juzgado sin contemplaciones. Ya no existen rivales, ni siquiera contrincantes, solo enemigos; y con los enemigos cabe una única alternativa: eliminarlos.

Pero a ti no te interesa eliminar a nadie… ¿verdad? En definitiva, ¿cuál es el fin de una polarización que te empuja hasta ese extremo irracional si no es el de evitar que te conectes con esa persona que está del otro lado? ¿Será verdad que del otro lado se encuentra el “enemigo”, un ser que hemos tildado de irracional, inmoral, involucionado, etc.? ¿O solo cumple la función de hacernos sentir racionales, morales y superiores? Qué lindo se siente tener la razón…

Ahora bien, ya que estamos en sintonía y comprendemos la ineptitud de una polarización como la que vivimos en demasiados ámbitos, te propongo abordar una dicotomía real presente en nuestras sociedades. Esta vez vamos a eliminar cualquier juicio peyorativo de aquellas personas que no se encuentren de nuestro bando porque, ¿sabes qué? En esta dicotomía, estar de un lado o del otro es puro azar, producto del capricho de las circunstancias de dónde y cómo naciste. Nadie es bueno o malo, mejor o peor, más o menos inteligente, por lo tanto, no estás obligado a posicionarte. La única diferencia que distingue a ambos grupos son la cantidad y calidad de oportunidades que la vida les ofrece sólo por quienes son, es decir, su identidad. Y por “vida” me refiero a la mano invisible de la sociedad y/o cultura donde nacieron: algunas personas nacen homosexuales, otros heterosexuales, algunas mujeres, otros varones, algunas blancas, otras negras, algunas en familias de escasos recursos, otras en familias adineradas, etc.

Recuerda que no hay grieta, porque estar en una u otra categoría no depende del mérito o del esfuerzo individual, de lo contrario todo el mundo elegiría estar del lado de quiénes tienen acceso a las mayores y mejores oportunidades. A este grupo los llamaremos “internos” y agrupa a aquellas identidades que la sociedad suele premiar con mayor frecuencia sólo por ser quiénes son. Del otro lado se encuentran los “externos”, y suelen enfrentar mayor cantidad de barreras u obstáculos para poder acceder a las mismas oportunidades que los internos.

Es evidente que, reconozcamos o no reconozcamos esta dicotomía, existe una desigualdad entre internos y externos que invita a la posibilidad de que se generen polarizaciones como las que estamos acostumbrados/as (y que ya sabemos que no queremos). La única forma de evitar polarizaciones que solo genera pesares para ambos grupos, es haciendo todo lo posible para reducir esa desigualdad. Por más que resulte tentador, ignorar la desigualdad no va hacer que desaparezca, lamentablemente. Uno podría pensar que los internos no tendrían motivos para cerrar la brecha de oportunidades ya que se encuentran del lado beneficiado de la dicotomía. Pero cuando comprendemos la desigualdad, descubrimos que también son presos de una posición que no eligieron, y que no les permite salir de ahí, pues uno no puede renunciar a sus privilegios. También les impide, en muchas ocasiones, empatizar con los externos cuando no tienen la posibilidad de conectarse con la experiencia de no tener acceso a las oportunidades que los internos dan por hechas.

Si presentamos a esta dicotomía como una polarización, entonces no habrá más que perdedores/as porque nos encerramos en una guerra imposible de ganar, a menos que se eliminen a los enemigos. Y ya sabemos que no es lo que queremos. Ya lo dijo Agustín Tosco: “No lucha contra la injusticia sólo quien la padece, sino también quién la comprende”.

 

Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
Linkedin: https://ar.linkedin.com/in/marcelobaudino

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