“Lo que pasa es que hay algunos [inserte aquí el grupo subrepresentado que desees] que se autoexcluyen.”
¿La has escuchado alguna vez? Yo en varias ocasiones, una vez dirigida a mí. Debo confesar que me ha costado reaccionar ante una afirmación que parece ser inescrutable. Pero como sucede con muchas otras frases de la sabiduría popular, esta no se encuentra exenta de prejuicios y un profundo desconocimiento de las desigualdades estructurales. ¡Analicémoslo!
Creo que la manera más sencilla de dejar en evidencia lo limitada de la afirmación es ilustrándolo con un ejemplo. Voy a utilizar mi propia experiencia. Hace más de 12 años que soy vegetariano en la tierra del asado (aunque el consumo de carne argentino per cápita se encuentra en su piso histórico). Imaginemos entonces que deseo con toda mi alma auto excluirme de una cena de trabajo o incluso con amigos. ¿Cómo crees que sería?
- Caso 1. Mis colegas/amigos preparan una cena 100% vegetariana, y aun así yo me niego a comer…. ¿?
- Caso 2. Mis colegas/amigos preparan una cena primordialmente con carne, pero prepararon un plato alternativo para mí. Yo me enojo porque ellos comen carne y decido no probar el plato especial.
- Caso 3. Directamente no voy a la cena porque asumo que no tendré opciones de comida para mí, y ni siquiera considero llevarme algo preparado por mí.
Me imagino que alguna vez ha existido algún vegetariano/a que cayó en uno de estos tres escenarios, pero déjenme decirles que eso no tuvo nada que ver con ser o no ser vegetariano/a, sino que se trata, más bien, de un tema personal. También cabría considerar la posibilidad de que luego de pasarla mal en este tipo de reuniones con determinados grupos, decida simplemente dejar de asistir, como nos ha pasado a todos/as en alguna circunstancia: elegimos con quienes compartir nuestro tiempo. Cuando hablamos de exclusión (y por ende, auto exclusión) no nos referimos a hechos aislados e individuales, sino al resultado de procesos estructurales y culturales que excluyen sistemáticamente.
Cuando me lo dijeron a mí, me encontraba trabajando en un cliente (dando un taller de DEI). Hicimos una pausa para almorzar en la misma sala, donde trajeron una gran variedad de sándwiches de miga. No había opciones vegetarianas. Una mujer me sugirió que le quitara el jamón al sándwich de jamón y queso. Agradecí, pero me negué a consumirlo de esa manera. “Entonces te estas excluyendo a ti mismo”, me respondió. Cuando la norma (consumir animales en este caso) no contempla tu identidad, entonces no eres tú quién se autoexcluye. Comprendo, de todas maneras, que la incomodidad de descubrir que no habían considerado mis necesidades, los llevase a defenderse de alguna manera. No era necesario, aunque sí el aprendizaje: debemos conocer a las personas con quienes trabajamos sin asumir que encajan en la norma hegemónica.
Las personas con discapacidad han sido foco de este tipo de comentarios: “Lo invitamos al after office pero nunca viene… al final es él quien se autoexcluye”. Cuando el comentario se hace desde la experiencia de una identidad normalizada (en este caso una persona sin discapacidad), suele ignorar completamente la experiencia y desafíos que enfrentan los grupos históricamente vulnerabilizados. Socializar con colegas es una parte importante de la vida laboral, ya que desarrolla vínculos que nos permiten empatizar mejor con las personas. Sin embargo, es posible que luego de un largo día de sortear situaciones-obstáculo para cumplir con sus obligaciones laborales, a una persona con discapacidad no le sea tampoco tan sencillo este tipo de decisiones. Una propuesta para distenderse y socializar puede significar también un desafío en detalles que otras personas pasan por alto. La decisión de ir o no ir a un bar a conocer mejor a los/las compañeros/as de trabajo no es tan lineal, conlleva muchas veces una inversión de energía extra que puede resultar agotadora. Esto nos lleva a entender por qué algunas personas con discapacidad terminan aisladas de la vida social o su vida social circunscripta únicamente a grupos en situación similar. Por otra parte, no siempre la experiencia de socializar en bares termina siendo gratificante ya que no todos los bares cuentan con la accesibilidad adecuada.
¿Serías capaz de comprender la reticencia de una persona del colectivo LGBTIQ+ en aceptar una invitación a un evento cuando no tiene certezas de ser bien recibido ya que en muchísimas otras ocasiones fue discriminado en eventos similares? La exclusión tiene muchos matices, y quienes no solemos enfrentar situaciones de discriminación por nuestra identidad, podemos ignorar los desafíos que enfrentan las demás personas. No importa que teníamos las mejores intenciones, que nos aseguramos que el lugar tenía la accesibilidad física adecuada, o que era gay-friendly. Existen otros aspectos que solemos desconocer sobre la vida y experiencia de una persona subrepresentada en la sociedad. No es contra ti y, a veces, nuestros esfuerzos más grandes por incluir, pueden no ser suficientes. Porque la inclusión no depende únicamente de los esfuerzos individuales, aunque sean indispensables como primer paso.
¿Has escuchado este tipo de comentarios alguna vez? ¿Quieres compartirnos tus ejemplos?
Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
Linkedin: https://ar.linkedin.com/in/marcelobaudino