Yo sé que el taller te gustó, aunque tu rostro refleje ensimismamiento. Lo sé porque te vi acompañarme en la conversación. No siempre participaste, de hecho, muy pocas veces. Puede que por tu personalidad no suelas expresarte en voz alta, o quizás sólo se trataba de que estabas reflexionando profundamente sobre lo que debatíamos. No hacía falta que hablaras, por supuesto. Además, bastaba con tu mirada, con los asentimientos con la cabeza. Estuviste presente.
También sé que el taller no es fácil de digerir. Seguramente llegaste pensando que 3 horas de taller eran demasiadas, que no tenía mucho sentido ya que sólo se trataba de ser una buena persona. A fin de cuentas, lo tenías clarísimo: tú no discriminabas… ¿verdad? Qué sorpresa te llevaste al comprender que una cosa es la exclusión activa y otra la pasiva, sostenida por sesgos inconscientes. Tan obvio que da un poco de rubor admitirlo. Espero haber sido lo suficientemente cuidadoso y sensible como para que no te obligara a posicionarte a la defensiva. Ya lo sabes ahora, no es tu culpa. Crecimos en sociedades desiguales, no es descabellado pensar que posiblemente reproduzcamos algunas de esas desigualdades. Algunas pocas veces a propósito, la mayoría de las veces sin darnos cuenta. Puede resultar agotador procesar el hecho de que no es suficiente con tener buenas intenciones y que ser una persona inclusiva de la diversidad implica trabajo. Agotador pero necesario.
Me quedo tranquilo porque no te refugiaste en una bolsa de excusas que te permitieran deslindarte de tu responsabilidad. Habrás notado que para otras personas no fue tan sencillo. Ojo, no las critico ya que también fueron funcionales al taller. No todas las personas reaccionan igual. Cada una tiene sus tiempos y lo respeto. Además, con tantos años de experiencia, ya he aceptado que aquellos que no quieran comprenderlo, no lo harán. Me consuelo al pensar que sólo estaban desempeñando un personaje, y que luego, en la intimidad de la soledad, quizás “les caiga la ficha” y al menos se cuestionen algunas cosas. Recuerda: Sigues siendo tan buena persona como eras antes de ingresar al taller. Sólo que ahora comprendes cómo funcionan los privilegios.
Espero haber estado a la altura. Sin duda pude haberlo hecho mejor. A veces me cargo de más responsabilidad de la que quizás me corresponde. Es que, como lo habrás notado, realmente creo todo esto que digo. Creo que tú, yo, la organización, la sociedad y todo el mundo ganaría de vivir en un espacio comunitario más justo y equitativo. Por eso invertí bastante tiempo en conectar con un “por qué” personal, una motivación intrínseca que les lleve a buscar un cambio genuino. Comenzar a recorrer el camino de convertirnos en personas más inclusivas exige esfuerzo, convicción y trabajo. Ver las cosas que hemos visto miles de veces desde un nuevo enfoque. Si no tenemos claro el por qué, desistiremos ante la primera vacilación. Por eso, si hay un último mensaje que quiero dejarte es paciencia contigo y con el proceso. Esto recién comienza.
Ahora comienzas un recorrido individual. Ya no podré anticiparme a tus dudas y cavilaciones, que las conozco de sobremanera porque yo mismo las he tenido. Te seguirás encontrando con cuestionamientos o conclusiones simplistas que justifiquen el “no hacer nada por la diversidad, equidad, e inclusión”, y esta vez no estaré para darte un contra argumento. Pero igual puedo notar algo de curiosidad en tu mirada que me da esperanza. Una vez más, paciencia. Existen muchísimas personas un poco más adelante en ese mismo recorrido que sin duda podrían echarte una mano si se lo pides. Siempre es más fácil avanzar de manera colectiva. Aunque cueste un poquito más, si conectas con personas diferentes a ti, incluso mejor. Aprendemos más de la diferencia que de la similitud… ¿recuerdas?
Gracias por acercarte y estrechar mi mano. Significa mucho para mí pues, aunque estoy feliz de haberlo dejado todo en este taller, también me ha vaciado hacerlo. Y ese gesto inicia el proceso de recarga.
Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
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