Son las 8:15 de la mañana. Preparo los mates mientras reflexiono sobre la agenda del día. Tengo 3 reuniones virtuales con diferentes clientes. El tema es el mismo: “¿Qué hacer con las iniciativas y programas de Diversidad & Inclusión en tiempos de cuarentena?”. En la radio los locutores comentan sobre la plataforma virtual de moda: Zoom. Me siento en mi escritorio y reflexiono sobre el enorme desafío que esta transformación obligatoria hacia el teletrabajo representa para muchas organizaciones, pero también para muchas personas. De repente, el grupo de WhatsApp de uno de los círculos Lean in que estamos moderando virtualmente en un cliente, comienza a activarse. La gente manda sus “selfies” de home office y comenzamos a crear cierta confianza para luego debatir sobre temas complejos: privilegios, equidad, género, meritocracia, sesgos inconscientes. No puedo despegarme de las noticias y me meto a ver el indicador en tiempo real de cantidad de casos confirmados de Coronavirus de la Universidad John Hopkins. El número sigue subiendo de manera perturbadora. Leo varios artículos que hablan sobre el tema. Se repiten comentarios como el “enemigo invisible”, “la infección no presenta síntomas inicialmente”, “la gente no toma conciencia de la gravedad del asunto”, “los gobiernos no toman las medidas necesarias”, “el problema lo tiene tal país o tal partido político”. Un momento… esto me suena familiar. ¿Acaso los sesgos inconscientes no despiertan reacciones y comentarios similares? ¿Será que esta pandemia también nos sirva para reflexionar sobre una de las principales barreras de la inclusión de la diversidad? Analicemos algunos paralelismos:
Los sesgos también se contagian
Cuando se trata de la transmisión del Covid-19, a menudo ocurre cuando alguien entra en contacto con las secreciones de una persona contagiada, como las generadas por la tos, o al tocar algo que una persona infectada ha tocado y luego tocarse la boca, la nariz o los ojos (ver recomendaciones de OMS). Con los sesgos nos pasa algo similar, aunque generalmente a muy temprana edad. Nos contagiamos cuando vemos a nuestros padres con una actitud prejuiciosa, cuando consumimos generalizaciones equívocas de la media, o cuando tenemos una mala experiencia con los miembros de un grupo de identidad, ejemplo: musulmanes, migrantes, mujeres, homosexuales, etc.
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Los sesgos también se propagan
Una vez que contraemos el sesgo (o un virus), lamentablemente nos convertimos en agentes transmisores, y como se sabe, muchas veces no nos damos cuenta hasta que ya hemos contagiado a muchas personas. Quizás crecimos viendo a nuestras madres ocuparse de la mayor parte de las tareas del hogar y, sin darnos cuenta y muy sutilmente, podemos estar propagando esta “verdad” en nuestras acciones diarias, incluso en la oficina. Por ejemplo, les pedimos solo a las mujeres que se ocupen de tareas de orden en la oficina, como organizar la sala, o tomar notas en una reunión.
Los sesgos también presentan síntomas (aunque más sutilmente)
Con los virus, pueden pasar días antes de que experimentemos por primera vez la tos seca, la fiebre y la falta de aliento, que son algunas de las características de Covid-19. Los sesgos también presentan sus síntomas, aunque son tan sutiles que muchas veces ni siquiera los percibimos. Y si no los reconocemos, será difícil tratarlos adecuadamente. Por lo tanto, es necesario asumir que absolutamente todos estamos “infectados” con alguno de ellos (Ver tipos de sesgos inconscientes). A partir de aquí podremos gestionarlos para evitar decisiones de contratación injustas, promociones incorrectas, asignaciones de trabajo basadas en la afirmación, el género, la edad, etc., y no en el mérito.
Aplanar la curva
Todas las acciones emprendidas por diversos gobiernos alrededor del mundo estuvieron enfocadas en “aplanar la curva”. ¿Qué quiere decir esto? Básicamente que nunca fue el objetivo evitar que hubiese contagiados en sus países, sino el de minimizar el impacto del virus para evitar el colapso del sistema sanitario nacional. Lo mismo sucede con los sesgos inconscientes. Es imposible evitar que nos “contagiemos” y tengamos sesgos inconscientes. Como parte de nuestra sociedad y cultura, nuestras decisiones estarán sesgadas y nuestros esfuerzos deben enfocarse en mitigar su impacto, para evitar seguir replicando desigualdades y de esta manera, promover un ambiente laboral más inclusivo y equitativo.
¿Cómo están gestionando sus esfuerzos de D&I frente al contexto actual? Afortunadamente, el hecho de que se hayan suspendido las reuniones presenciales no significa que no sea posible continuar capacitando a sus equipos en cómo gestionar los sesgos en el lugar de trabajo.
Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
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