Suele haber un consenso general en nuestros talleres respecto a la importancia de la empatía. Todavía no me he encontrado a quién argumente de alguna manera que no hay que tener empatía con otras personas. Sin embargo, como todo aspecto que implique generar una nueva mirada sobre nuestros comportamientos cotidianos, ser empático/a con otra persona, no es tan sencillo, puntualmente cuando no reconocemos nuestros privilegios. ¿Se animan a profundizar sobre el tema?
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En nuestros años de diseñar, facilitar y promover espacios de reflexión en torno a la Diversidad, Equidad e Inclusión, es frecuente encontrar a personas que se movilizan genuinamente, y demuestran su interés en “ayudar” a ciertos grupos históricamente vulnerabilizados a poder llegar o tener éxito en su organización. Automáticamente adoptan una posición de consejeras, con todo tipo de sugerencias y análisis para subsanar las desigualdades:
- Varón X: “Las mujeres deberían negociar más fuerte, hacerse escuchar más”.
- Persona Heterosexual: “Los homosexuales tienen la libertad de salir del closet sin problemas en nuestra empresa”.
- Persona sin discapacidad: “Algunas personas con discapacidad se auto-excluyen”.
- Varón Y: “Debería sonreír menos en las reuniones, da una impresión equivocada”.
La empatía es la habilidad para ver el mundo desde la perspectiva de otra persona. La frase cliché para definir la empatía es “el acto de ponerse en los zapatos de otra persona”. Ahora bien, ¿qué tan posible es ponerse en los zapatos de otra persona sin haber vivenciado sus experiencias, desafíos, injusticias u obstáculos?
- ¿Puede un hombre realmente sentir la inseguridad que le genera a las mujeres el ir caminando sola por la calle y poder sufrir algún tipo de acoso sexual, sólo por su género?
- ¿Puede una persona heterosexual comprender qué se siente que te miren por la calle con desprecio sólo por ir caminando de la mano con una persona del mismo sexo?
- ¿Puede una persona sin discapacidad motriz sentir verdaderamente qué implica tener que recurrir una y otra vez a ayuda para poder movilizarse libremente en cualquier instalación?
- ¿Puede una persona con apariencia hegemónica (flaco, alto, blanco, etc.) dilucidar las micro-agresiones que enfrentan las personas con apariencias diversas?
La potencialidad de la empatía es clara: Si logramos ponernos en los zapatos de otra persona, podríamos acceder a la oportunidad de obtener un entendimiento más profundo y significativo de lo que ha vivido y experimentado. Y de esta manera, podríamos sensibilizarnos de las necesidades y padecimientos que enfrentan otras personas. Esto parece ser la clave para fomentar una cultura de inclusión, donde las personas reconozcan las desigualdades estructurales enfrentadas por algunos grupos identitarios, por ejemplo. En otras palabras, la empatía parece ser el ingrediente fundamental en la creación de aliados/as.
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Ahora bien, la verdad es que es mucho más sencillo desarrollar empatía con personas que son similares a nosotros y nosotras, o cuya identidad está más alineada a la “norma” de la sociedad o cultura. Es decir, nos va a sensibilizar (y movilizar) mucho más ver a una persona blanca y rubia sufriendo, que una persona negra sufriendo. Como ves, la empatía parece tener sus propias preferencias. Es por esto que muchos varones parecen estar mucho más preocupados por una potencial denuncia falsa de acoso (empatía hacia otro varón), que un potencial acoso hacia una mujer en sí mismo.
La buena noticia es que como cualquier otra habilidad, la empatía puede ser desarrollada, y una vez desarrollada, perfeccionada. Como individuo, existen varias maneras de comenzar a incorporar más empatía en tus acciones, mientras avanzamos en nuestro recorrido hacia la inclusión:
- Sé abierto/a y respetuoso/a de las perspectivas y experiencias vividas que no se alinean con la tuya propia. La empatía exige no solo escuchar las experiencias de otras personas, sino la de legitimarlas. El objetivo es aprender, validar y comprometernos a buscar un beneficio mutuo.
- Busca proactivamente relacionarte con aquellos grupos históricamente marginados: mujeres, población LGBTIQ+, personas racializadas, personas con discapacidad, personas adultas mayores, etc. Si no perteneces a estos grupos, posiblemente hayas gozado de algunos privilegios, y comprender las desigualdades relativas es clave para poder desarrollar una verdadera empatía.
- Reconoce cómo tus privilegios pueden sesgarte. Tus experiencias de vida pueden haberse visto beneficiadas o facilitadas por tu identidad (especialmente si eres un varón cis-heterosexual blanco). Por ende, es crítico no proyectar en los demás tus propias nociones preconcebidas sobre el acceso a oportunidades. En otras palabras, sin reconocer tus privilegios, asumirás que los demás han enfrentado los mismos obstáculos que tú, y por ende, tenderás a subestimarlos o menospreciarlos, especialmente si no han logrado lo mismo.
En conclusión, sin empatía no seríamos capaces de conectar con un otro, aprender de sus experiencias, ni avanzar hacia la inclusión. En ese proceso de conectar con un otro, no nos olvidemos de reconocer que sus experiencias, oportunidades y obstáculos enfrentados, quizás han sido diferentes a los propios. Y esa recomendación de un varón a una mujer de qué negocie más “fuerte”, puede tener exactamente el efecto opuesto. O que esa “auto-exclusión” de una persona con discapacidad en realidad no fue auto-exclusión, sino el resultado de haber enfrentado sistemáticamente situaciones incómodas por no tener acceso a la misma oportunidad de movilidad. Vamos por más empatía, empatía con perspectiva de equidad.
¿Qué piensas? ¿Cómo podrías desarrollar más empatía en tu día a día?
Por Marcelo Baudino
Experto en Diversidad, Equidad e Inclusión
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